jueves, 31 de mayo de 2012

La santa guerrera

     "No había hombre que pudiera con ella, ni en el arado ni en la espada.
     En el silencio del huerto, al mediodía, escuchaba voces. Le hablaban los ángeles y los santos, san Miguel, santa Margarita, santa Catalina, y también la voz más alta del Cielo:
     -No hay nadie más en el mundo que pueda liberar al reino de Francia. Sólo tú.
     Y ella lo repetía, en todas partes, siempre citando a la fuente:
     -Me lo dijo Dios.
     Y así, esta campesina analfabeta, nacida para cosechar hijos, encabezó un gran ejército, que a su paso crecía.
     La doncella guerrera, virgen por mandato divino o por pánico masculino, avanzaba de batalla en batalla.
     Lanza en mano, cargando a caballo contra los soldados ingleses, fue invencible. Hasta que fue vencida.
     Los ingleses la hicieron prisionera y decidieron que los franceses se hicieran cargo de esa loca.
     Por Francia y su rey se había batido, en nombre de Dios, y los funcionarios del rey de Francia y los funcionarios de Dios la mandaron a la hoguera.
     Ella, rapada, encadenada, no tuvo abogado. Los jueces, el fiscal, los experto de la Inquisición, los obispos, los priores, los canónigos, los notarios y los testigos coincidieron con la docta Universidad de la Sorbona, que dictaminó que la acusada era cismática, apóstata, mentirosa, adivinadora, sospechosa de hería, errante en la fe y blasfemadora de Dios y de los santos.
     Tenía diecinueve años cuando fue atada a una estaca en la plaza del mercado de Rouan, y el verdugo encendió la leña.
     Después, su patria y su Iglesia, que la habían asado, cambiaron de opinión. Ahora, Juana de Arco es heroína y santa, símbolo de Francia y emblema de la Cristiandad." - Eduardo Galeano, "Espejos".

     El caso de Jeanne fue como el de tantos otros menos populares que ella y de un puñado que quizás lo fue incluso más: alguien que es útil hasta que ya no lo es. Y como pasa con los objetos, los que no son útiles no sólo son su contrario sino que además son molestos y ya vimos cómo la humanidad -aunque justamente so le falta- se deshace de sus molestias. Ayer fue 30 de mayo, el aniversario de su quema muerte. Yo le tengo un aprecio que no vale la pena explicar porque no encontraría motivos lógicos que satisficieran a todos; de hecho no hay motivos lógicos en mi cabeza respecto a eso. Siento afecto por ella, agradecimiento por cuestiones que no valen la pena comentar y nada más. Su final me parece indignante y de nada valen para mí los mea culpa que pueda emitir la Iglesia Católica. Y no lo digo sólo por esta pobre mujer confundida y traicionada. Y no tiene caso que diga más al respecto. 

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